domingo, 26 de octubre de 2008

Aquella vez que me atropellaron

En esa oportunidad venía de la Universidad con Alexander y Gustavo dos amigos que estudiaban conmigo, nos bajamos del Jeep que nos dejaba en el cruce de la bajada de Los Naranjos que va hacia Cerro Verde y Los Samanes.

Nos dispusimos a cruzar la calle, vi que tenía luz, pero justamente la luz cambia. En teoría el peatón tiene prioridad, pero como estamos en Venezuela aquí la norma indica que se debe regresar lo más pronto posible a la acera o la isla porque si no te pueden atropellar.

Recuerdo el frenazo, el golpe en mi pierna y luego estar cayendo en cámara lenta, así como en las películas, luego vuelve todo a la velocidad normal, levanto la cabeza y lo primero que veo es a un señor en muletas al que le falta una pierna gritando: ¡Dile que te lleven a un hospital!, ¡Dile que te lleven a un hospital! a mi me pasó lo mismo y mira como quedé.

Ante la esperanzadora recomendación trato de levantarme y verificar que todas las partes de mi cuerpo están bien, la chama que me atropella sale del carro hablando con tono de reclamo pero cuando me ve en el piso empieza a llorar inconsolablemente.

Luego de pararme y ver que Alexander y Gustavo no pueden creer lo que ven, me doy cuenta que me falta uno de mis zapatos, un timberland marrón si mal no recuerdo el derecho, y digo ¿Y mi zapato? allí comienza la búsqueda incansable, todos comienzan a buscar el zapato incluso el señor de las muletas, en eso yo veo donde está el zapato, al parecer la fuerza del golpe hizo que se impulsara cerca del Vivero que está al comienzo de la subida de los Naranjos.

Nos montamos en el carro de la chama que sigue llorando, le digo que no se preocupe que estoy bien, pero ella no paraba de llorar, al llegar al Centro Médico Docente de la Trinidad me revisan y no tuve fractura ni ningún daño grave, sólo un morado en el muslo por el golpe.

Le pido a mis amigos que llamen a mi casa para avisar, pero ellos trancaban cuando atendían porque no sabían como dar la noticia, entonces llamo a mi Mamá comenzando con el típico no te vayas a preocupar (obviamente allí ya estaba preocupadísima), estoy bien, pero me acaban de atropellar, ella me hace las preguntas y afirmaciones típicas de Madre (¿Estás bien?, ¿Dónde estás?, ¿Con quién estás?, Voy saliendo para allá) y lo que más recuerdo es el loop infinito de ella diciendo: Que te hagan una radiografía.

Mis amigos, luego del extraño rato me cuentan que cuando me arrollaron hice una especie de tirabuzón en el aire. Todavía me cuesta creerlo.