domingo, 1 de junio de 2008

En la parada por favor

Es sabido que el transporte público en Caracas no funciona, somos chóferes y usuarios culpables de esta situación, por lo que es seguro que alguno tenga un cuento con autobuses, metrobuses, “camioneticas”, “jeeses” y demás vehículos.

Aquí van algunas de las muchas cosas que me han pasado.

La piedra

Tomé el “carrito” vía Chacaito - Plaza Las Américas, desde Chacaito hasta la parada del CCCT me toca estar parado, allí se baja un montón de gente, en este punto es preferible cruzar la calle que usar la pasarela, parece que es mas digno morir atropellado que ser atracado.

Como quedan puestos vacíos, me dispongo a sentarme, decido hacerlo del lado izquierdo en la cuarta fila, noto que en mi fila la ventana esta cerrada y no se puede abrir -esto es muy común en estos transportes-, la ventana del puesto de adelante y la del siguiente también están cerradas, sólo la del primer puesto está abierta. En eso veo que entra una piedra por la primera ventana, la piedra ya tenía su trayecto y era justo en mi entrecejo, lo peor es que todos los que estaban en el “carrito” se dieron cuenta de lo sucedido.

La isla engañosa

Salí de la universidad y tomé el carrito en Plaza Las Américas, empezó a llover y se congestionó el tráfico, llegando a Caurimare y luego de varios “permiso, disculpe” llego a la puerta, aprovecho el semáforo en rojo, me bajo raudo y veloz para llegar a la isla, allí caigo en un hueco que la grama no dejaba ver. Tan rápido como caí pude salir, creí hacerlo airosamente, pero no, por la lluvia se había formado barro y yo vestía un pantalón beige. Está demás decir como quedé.

Octavita de Carnaval

Otro día más en mi vía Chacaito – Plaza Las Américas, esta vez era una fecha después de Carnaval, por lo ocurrido con la piedra me siento del lado derecho, como aún la gente sigue “jugando” con agua, trato -léase bien- trato de cerrar la ventana, la misma cedió bastante pero no cerró por completo quedaron como unos 5 cm. de apertura, me cercioro que las demás ventanas están cerradas y me quedo tranquilo pensando que es muy difícil que me mojen.

¡No!, no sirvió de nada, a la altura de Santa Sofía lanzaron una bomba de agua que no entró al autobús sino que chocó justo con el borde de mi ventana y por supuesto toda el agua cayó sobre mi humanidad.

Conclusión: No importa en que lado me siente o donde me baje, siempre algo puede pasar.